Cambiar de País /Cambiar el País

Ghandi

Yo no creo en casualidades ni accidentes. Hace unos días atrás un amigo publicó en Facebook un mensaje de reflexión que pudiera concretarse en una frase: ¨si usted no cambia el país no cambia¨.En el momento en que leo este mensaje, estoy apenas saliendo del shock de ver como atracaban a otro amigo enfrente de mi casa. Al parecer lo venían siguiendo y, a mano armada lo robaron en plena vía pública, con todos observando pero callados, porque en últimas, nadie quiere ser un héroe muerto, y claro que eso es muy comprensible.

Cuando suceden estas cosas es inevitable pensar en lo frágil que es la vida y en cómo todo puede cambiar en un segundo, y entonces surgen preguntas como: ¿y si la próxima soy yo?, ¿y si me matan o me incapacitan?, ¿será que toca irse de este país como tanta gente lo está haciendo? Obviamente la reflexión típica: ya no hay forma de cambiar esta sociedad, ya hay demasiada descomposición social, se han trastocado los valores esenciales, tomará varias generaciones recuperar lo dañado, no se puede vivir así, entre otros pensamientos que parecen van directamente ligados al tema.

Y ahí pasamos a la otra reflexión. Si usted no cambia, el país no cambia. Es cierto. Ya lo decía Gandhi ¨se tú el cambio que quieres ver en el mundo¨, y Sócrates antes que él ¨Aquel que quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a si mismo¨, entonces, ¿podemos cambiar al país?

Al parecer hay una idea de que el país debe cambiar solo, que no tenemos incidencia en un tema que es social, no individual, que es responsabilidad de los políticos, del gobierno, de las organizaciones, de los estudiantes, de Dios, de la comunidad internacional, de alguien más cambiar esto. Escucho argumentos como, ¿qué puedo hacer yo que ya no haya hecho?, yo soy un buen ciudadano, voto, asisto a algunas convocatorias cuando puedo, yo hablo con la gente y les explico pero no entienden, esto no se compone y no hay gente que lo haga, yo admiro a quienes lo hacen pero tengo que velar por mi familia, por los míos, no puedo pasarme la vida en un país que ya no da más, que está en quiebra, que está mal y en definitiva, estos y otros argumentos soportan la decisión de cambiar de país.

Es válido y sano buscar cambios que favorezcan la vida personal. Pedirle a alguien que se quede en un país donde no se siente bien, ni seguro o donde no perciba futuro para sí o para los suyos no tiene coherencia, pero tampoco la tiene pensar que el país que tenemos es responsabilidad de otros y que solo tuvimos mala suerte por el presente que vivimos; y ahí viene la otra reflexión, si decides irte, ¿qué país te estás llevando?, ¿qué valores?, ¿qué aporte piensas ofrecer al país que te acoge?, ¿de qué manera tu presencia en ese país lo hará mejor? ¿para qué te vas? … para qué y no porqué, pues el porqué está bastante claro, ¿cómo vas a integrarte?, ¿qué vas a hacer? ¿de qué manera lo piensas hacer?

Me inquieta la forma como muchas personas están emigrando con duelo, con ira, con frustración, ¿son estas emociones realmente constructivas y deseables para el país que los recibe, para la sociedad en la cual van a vivir?, ¿son buenas y deseables para construir una nueva vida? ¿por qué tanto drama? ¿por qué tanto malestar? Y no digo miedo porque es algo inevitable, pero debería emocionarte más que dolerte, y eso sucede porque los pensamientos al respecto están en confrontación con las emociones y con lo que se supone es el ¨deber ser¨.

Se que muchos piensan cosas como: este país debería cambiar para yo no tener que irme y no salir de mi zona de confort y no tener que pasar por este proceso de crecimiento. Pero la realidad es que el cambio no está afuera.

Nuevamente, el cambio está en ti, en tu mente, en tus emociones, en tus expectativas sobre lo que quieres y cómo lo quieres en contraposición con lo que supones deberían ser las cosas.

Si decides irte, hazlo con alegría, con propósito, con agradecimiento al país que dejas (que te ha dado los mecanismos para que te vayas, independientemente de los obstáculos que hayas encontrado) y agradecimiento al país que te recibe.

Si decides quedarte, quédate con propósito, con alegría, con agradecimiento para que construyas algo tan bueno hoy, que mañana no puedas sino tener excelentes resultados.

Lo otro a considerar es, si te vas de un país porque no tiene las condiciones para vivir plena o satisfactoriamente, entonces, al llegar a otro país, por favor asume, acepta y adáptate a la forma cómo esas culturas o sociedades han logrado lo que a ti te motivó a escogerlo como país adoptivo, que no es, necesariamente, como a ti te gusta vivir, o cómo estás acostumbrado a hacerlo.

Yo no soy fatalista, no me parece que la emigración que estamos viviendo en Venezuela sea algo inexorable y nocivo para el país, creo que es la forma como Dios, el universo, la vida nos está llevando a crecer como seres humanos.

Sé que hay mucha gente maravillosa que está construyendo en un país donde parece que todo está perdido, se también que mucha gente maravillosa está saliendo del país y viviendo experiencias que, eventualmente, aportarán mucho, de forma directa o no, al país del cual emigran, porque, cuando las cosas cambien (y el cambio es lo único inmutable), la formación, los conocimientos, las vivencias, los hábitos, las redes de contactos, entre tantas otras cosas de aquellos que se fueron, serán esenciales para construir algo bueno y muy positivo.

En suma, si decides emigrar o si te piensas quedar, en ambos casos estás cambiando el país, por favor hazlo desde la alegría, el amor, la conexión con lo divino, el agradecimiento y la certeza de que tú, y solo tú, eres ese cambio que quieres ver.